Paula Fernández Nanclares
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CON LA ESPALDA HECHA UN OCHO

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A Lorena le encantaba el ballet desde muy pequeña. Casi un bebé, comenzó a tomar clases, apenas tenía cuatro años, pero estaba súper ilusionada porque le encantaba bailar.

Cuando tenía un rato libre en su casa, quedaba con sus amigas para practicar. La profesora de educación física estaba hablaba muy bien de ella porque era muy alegre. Con el paso del tiempo, las exigencias de los estudios aumentaron y dejaba pocos espacios dedicar a la danza. Eso a ella no le importaba. Tenía muy claro que su vida era el ballet.

Un fin de semana la familia marchó de excursión al campo. Lorena estaba ilusionada porque iba a montar a caballo. ¡No lo hacía desde estuvieron de viaje de estudios por Andalucía, en un pueblo llamado Tabernas de Almería! ¡Habían pasado ya como unos cuatro años y pensaba que aquello no se le iba a olvidar, que sería muy fácil! Pero, a veces, las cosas se complican y pueden suceder cosas no esperadas.

Lorena subió a un caballo. Todo era perfecto. Llegaron a un camino estrecho y con muy poca luz porque estaba bordeado por alta y espesa vegetación. Inesperadamente, un jabalí con sus jabatos cruzó el sendero y asustó al caballo, que, alzándose sobre su patas traseras, hizo que Lorena cayese bruscamente al suelo.

Intentó disimular el dolor. Sabía que si lo descubría su madre, con lo preocupada y atenta que era con su ella, no la permitiría acudir al campeonato de danza. Pero el dolor de espalda era insoportable. Regresaron a la ciudad para comer. Su madre percibió que algo raro pasaba, aunque no sabía qué. Y vigiló a Lorena disimuladamente hasta que la escuchó un grito de dolor al intentar recoger un objeto que había caído al suelo.

Preguntó, asustadísima. Lorena confesó lo ocurrido.

El médico aconsejó reposo absoluto durante, al menos una semana. Con todo el dolor del alma, no pudo asistir a las clases de ballet. Sus compañeras y la profesora se interesaron mucho. Lorena era pieza básica en la coreografía que preparaban, además, la apreciaban de verdad. Cada día la llamaban para darle ánimos. Diariamente Andrea, su mejor amiga de la Universidad, le traía los ejercicios y apuntes para que bajase su rendimiento en los estudios.

Poco a poco iba mejorando y quedaban menos días para el campeonato. Lorena pasaba el día preguntando a su madre si la iba a dejar asistir. Y siempre contestaba:

-Lo primero es tu espalda.

Lloraba cada noche. Lorena estaba desesperada. Con su actuación y ganando la competición, la academia seguiría impartiendo clases, de lo contrario no podrían afrontar tantos gastos. Eran muchos años de esfuerzo con las mismas niñas, y este era el Año de la Victoria.

Al verla sufrir de ese modo, la madre decidió que su hija merecía afrontar ese riesgo. Por fin dijo:

-¡Siiiiiiiiiiiiiiiiiiii!.

Lorena, muy ilusionada y agradecida, la besaba, la abrazaba, la apretaba. En definitiva, estaba feliz.

Por su parte, la madre sufría. La dejaría asistir al campeonato para que viviera su sueño, pero era consciente de que no estaba en las mejores condiciones físicas. Por su mente pasó de todo, que podría caer y hacerse daño en una pierna ó brazo, que podría quedarse invalida… Pensaba en la caída del caballo y en todo lo que podía pasar durante la competición.

Confesó todo lo que pensaba a Lorena, que no sabía qué hacer. Llamó a sus amigas del ballet par pedir consejo. Su hermano pequeño para ayudar, tuvo la ocurrencia de embadurnar toda su cama con mermelada. Cuando salió del cuarto de baño encontró a Nanaqui con las patas llenas de mermelada sobre su cama. Comenzó a gritar. Su madre no tardó ni un segundo en subir las escaleras. Encontró a Lorena furiosa con el peque de la casa. La madre fue a la habitación de Oscar para preguntar si había sido él quien había puesto la mermelada en la cama de su hermana. Confesó que si. La madre, enfadada, consideró que era muy tarde y decidió que al día siguiente tendría su castigo correspondiente. Pero esa misma noche, cuando todos dormían, Oscar tuvo la brillante idea de atar todas las sábanas que había en el armario para hacer una cuerda larga que llegara desde la ventana de su habitación hasta el suelo de la calle y poder escaparse.

Pasó toda la noche debajo de un árbol frondoso que había junto a la casa de su amigo Borja. Por la mañana le contó que había escapado porque había hecho una trastada y lo iban a meter en un colegio privado en el que solo podía salir un mes en verano para ver a sus padres.

Cuando su madre fue a buscar a Oscar, como todos los días, para despertarle, se llevó un susto enorme. Alertó a su marido y a su hija para salir a buscarlo. Rastrearon todos los alrededores y pasaron por las casas de los vecinos hasta dar con la de Borja. Era el último sitio que visitarían. Si no estaba allí tendrían que llamar a la policía.

Llamaron a la puerta y ¡allí estaba el pequeño Oscar!, llorando, confuso porque no sabía lo que realmente le iba a pasar por hacer lo que había hecho. Su madre, al verlo salió corriendo a abrazarlo y le pidió que no lo volviera ha hacer más.

Él le prometió y todo volvió a la normalidad en casa. Lorena se sentía mucho mejor. Regresó a las clases de la Universidad y sus compañeros se le echaron encima emocionados cuando la vieron, sin darse cuenta que le hacía daño. Se pasaron los descansos hablando del campeonato.

De vuelta a casa estaba muy cansada. Se echó a dormir hasta que la llamo su madre para preguntarle que si quería ir a ballet para practicar un poquito aunque no estuviera muy bien. Se emocionó mucho y se vistió en un plis-plas…

El día en la Academia fue duro. Faltaba muy poco para la prueba y había que estar al cien por cien.

Lorena estaba muy nerviosa. Su madre no se separaba de ella ni un segundo. Estaba súper ilusionada y le ponía todo el empeño del mundo. Su entrenadora estaba orgullosa por el esfuerzo que hacía, las atenciones de sus amigas no la dejaban ni respirar, pero eso a ella le encantaba porque se notaba que se preocupaban mucho de ella.

En una de las clases, la profesora decidió dejarla sola para que hiciera un paso que realmente era muy complicado. Lorena accedió a ello, pero en un descuido tropezó con una compañera y cayó al suelo volviendo a golpearse en la columna. A su madre se le descompuso la cara y salió corriendo para llevarla al médico lo antes posible.

El médico prescribió reposo durante dos o tres días y la permitió ir a clases de ballet en una silla de ruedas sólo para visualizar los pasos. Todas sus ilusiones se derrumbaron. Todas las tardes iba a las clases para ver lo que hacían y como lo hacían. Le parecía fácil.

Llegó el día esperado, El Día Del Campeonato. Lorena desde las gradas no hacia nada más que animar a sus compañeras. Para su sorpresa, llegó la entrenadora con un uniforme como el de sus compañeras para pedirle bajar a la tarima a entrenar con sus compañeras.

Lorena desconocía que su médico había hablado con su madre y con su entrenadora autorizando su ejercicio. ¡Era una sorpresa y un premio que le quisieron dar por el esfuerzo y la dedicación que ponía en el ballet!

Corrió hacia los vestuarios. En principio la dejaron en el banquillo, pronto se dieron cuenta que faltaba ella, Lorena. Cuando su entrenadora se lo pidió le echó valor y mucha confianza. Al principio les costó trabajo. Tenían unas contrincantes muy difíciles, eran las alemanas que el año anterior quedaron primeras del mundo, pero gracias las ganas que pusieron en su ejercicio y, todo hay que decirlo, a un fallo tremendo de las favoritas, ¡se hicieron con el triunfo!

Llegó la entrega de medallas. Se oyeron los nombres de las chicas vencedoras. A todas se les entregaba un trofeo junto a un diploma y un ramo de rosas. Al finalizar, las chicas llamaron a su entrenadora.

“Por su dedicación, su esfuerzo y ganas de trabajar, le otorgamos a la Srta. Mª Carmen González Vázquez, entrenadora de las campeonas del mundo en el año 2007, un cheque por valor de 300.000$

La entrenadora no podía creerlo, su sueño hecho realidad, su academia no cerraría por falta de dinero.

Comenzaron las reformas y gracias al título creció el número de inscripciones. Hubo que contratar a gente nueva y experta y ¿quién mejor que una de las mejores alumnas y tituladas en ballet? ¡La Srta. Lorena Fdez Mtnez! Su esfuerzo dio su fruto. El ballet, su afición, su vida, SU TRABAJO

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